¿Qué lugar ocupamos, entonces, las mujeres dentro de esta masculinidad? El lugar ajeno, extranjero de la feminidad, que contradictoriamente a veces se transforma en un “nicho muy cómodo”, pero nicho al fin y al cabo, que ni siquiera nos pertenece, porque nosotras no lo hemos elegido ni definido, al contrario, es un espacio contenido dentro de la masculinidad, en función de ésta; es un espacio subordinado, secundarizado, dependiente y para nada creador; no es un lugar pensante ni tampoco piensa ser horizontal a la masculinidad, pues ésta lo moldea y lo acomoda y reacomoda de acuerdo a sus intereses y necesidades, de ahí lo absurdo del discurso reivindicativo y académico de la igualdad o de la igualdad en la diferencia, desde la feminidad.
Una profunda transformación cultural y una real liberación de las mujeres, plantea Margarita Pisano, pasa por salirse de este ser femenino/femenina, desmontar este lugar asignado, arraigadamente aprendido, para también así desmontar la masculinidad con su lógica del dominio. Pero antes, nosotras debemos situarnos fuera, que no es lo mismo que situarse al margen, puesto que la marginalidad es demandante y funcional.
Recién aquí, en este lugar externo, podremos las mujeres darles sentido a nuestras rebeldías, podremos pensar el mundo y pensarnos a nosotras mismas para resimbolizar nuestros cuerpos, nuestra sexualidad; podremos sanarnos de la misoginia contra las demás mujeres y de la propia, conociendo la libertad de lapasión/deseo de aprender, amar y sentirnos atraídas entre nosotras, compartiendo nuestras experiencias corporales y de extranjerías que nos llevarán a entender la vida de otra forma, con otra lógica, no lineal ni impositiva, sino cíclica, horizontal y más humana, sanándonos de los miedos y de las culpas, resolviendo todos los pendientes, sintiéndonos expresadas, pensantes y creadoras: mujeres políticas.
ANDREA FRANULIC
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