Poetisa grandilocuente, aún cercana al clasicismo, Avellaneda osó hacer carrera en terreno de hombres. En sus
textos, la Peregrina, como ella gustaba llamarse (por lo de extranjera y errante), asumió una postura que hoy calificaríamos de un feminismo liberal. En un tiempo en que la marginalidad era asunto de interés literario, y en que el
romanticismo exploraba el universo de los excluidos y sojuzgados, Avellaneda combatió la hipocresía con enfado
y humor, y construyó personajes que ansiaban su liberación en historias de bandidos y esclavos, mantenidas y
malcasadas, y artistas.
NARA ARAÚJO
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