No obstante, es preciso subrayar aquí, desde un punto de vista epistémico y político, que la pregunta por el lugar de las mujeres en el mundo cobra sentido en tanto se asuma que este es un mundo androcéntrico y patriarcal. Por otro lado, desde una perspectiva teórica, este análisis implica revisar los términos de los debates centrales y las categorías de análisis, así como las representaciones, retóricas, discursos y prácticas con las cuales la modernidad ha abordado los problemas del racismo, la diferencia cultural y la etnicidad, en una sociedad que como la colombiana, presume de democrática, igualitaria, multiétnica y pluricultural. Si bien la sociedad colombiana ha negado el racismo, éste se practica cotidianamente a la vez que mantiene en las márgenes de la sociedad a sus “grupos étnicos”, dando lugar a una combinación perversa de racismo, sexismo, pobreza, guerra y desplazamiento forzado, con alta incidencia en población afrodescendiente y mujeres. También en sentido teórico y político es pertinente traer a la reflexión las críticas planteadas al proyecto hegemónico de construcción del moderno Estado-nación, del cual las identidades particulares (mujeres, indígenas, afrodescendientes) fueron excluidas y sus conocimientos y prácticas negados por “irracionales. Procesos similares de larga data histórica se reconocen en países como Brasil, Ecuador y en gran parte de los centroamericanos y caribeños, es decir, aquellos con fuerte concentración de población africana esclavizada durante la colonización europea. En este contexto, para quienes trabajamos en la investigación desde una postura feminista y no somos mujeres negras o afrodescendientes (tampoco “blancas” y “burguesas”), pero con una meridiana comprensión de la complejidad implicada en análisis que articulan necesariamente los ejes de género, raza/etnia y clase (sin desconocer otros tantos…), tenemos hoy el desafío de contribuir a la construcción de marcos de interpretación y prácticas que propicien la visibilidad de amplios sectores de mujeres que padecen otras opresiones, además de las que como género femenino, nos vinculan. Esta es una de nuestras tareas pendientes, como académicas o activistas de los movimientos de mujeres en Colombia. Así mismo, pienso que debates como los derivados de estas indagaciones no pueden ser vistos sino en su contexto histórico, en sus trayectorias y en las transformaciones de tiempo, modo y lugar que en estas categorías y las prácticas a las cuales aluden, se producen. En cuanto a los antecedentes de este trabajo debo decir que llevo algunos años indagando por el lugar de las mujeres en la sociedad contemporánea como pregunta epistemológica de fondo. En principio, me ocupé de las organizaciones de mujeres/feministas como movimiento social en Colombia, en un período de 30 años (Lamus, 2010). Este trabajo me llevó a concluir que era importante, estratégica, metodológica y políticamente, hacer un abordaje nuevo, si bien con parte del dispositivo analítico y conceptual ya probado, con una entrada exclusiva por los problemas de raza/ etnia y género, en contextos específicos. Fue así como en el 20071 inicié una línea de investigación para trabajar procesos organizativos de mujeres negras/afrocolombianas. Con la pregunta por el lugar de las mujeres en los movimientos afrocolombianos, reconstruí los procesos por los cuales las mujeres negras/afrocolombianas toman lugar visible dentro y fuera de los movimientos de comunidades negras, así como en otros promovidos por el Estado, por organizaciones masculinas/mixtas, o independientemente de uno y otros, a partir de la Constitución de 1991, en el Pacífico colombiano. Sin embargo, quise avanzar en el proceso por cuanto creo que hay en la geografía colombiana, además del Pacífico, territorios donde la presencia histórica y contemporánea de las mujeres afro/negras es importante y de las cuales, generalmente, se destacan las dimensiones folclóricas, el exotismo, la hiperestesia de sus cuerpos, mientras son menos reconocidos, estudiados, visibilizados y politizados, aquellos espacios donde ellas se organizan y dan respuestas a los retos y los riesgos de la supervivencia en contextos de violencia y pobreza. Debo revelar, además, que es la cultura Caribe mucho más afín para mi propia experiencia vital que la del Pacífico. Luego, en 20082, inicié un segundo proyecto que dio continuidad al ejercicio previo, ahora en la región Caribe. El trabajo de campo se llevó a cabo en Cartagena, San Basilio de Palenque, María la baja y Barranquilla3 y la búsqueda se centró en el lugar (conflictivo, en construcción) de las organizaciones de mujeres negras/afrocolombianas en los procesos endógenos de formación, fortalecimiento y activismo político; en su interacción/ relación con las expresiones regionales o locales del movimiento afro, con el movimiento de mujeres/feministas, con instancias gubernamentales responsables de políticas públicas, así como las condiciones del contexto de las cuales parte su trabajo comunitario y de incidencia política y que marcan sus acciones: la pobreza y la violencia.
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