El empoderamiento se sustenta también en procesos pedagógicos de género, educativos y políticos entre mujeres, implícitos en la crianza y la formación: quien enseña – la madre, la maestra, la dirigenta, la trabajadora o la empresaria experimentada, la colega solidaria – apoya el empoderamiento de la otra mujer – su hija, alumna, colega o compañera. Y a la inversa sucede también, cuando la hija, la alumna, la colega, en pos de la satisfacción de sus necesidades, exige el desarrollo de habilidades, fortaleza y autoridad de la otra mujer – su madre, maestra, socia o colega – y muestra sus propios poderes vitales. En ambos sentidos estamos ante procesos de empoderamiento que se potencian si la interacción tiene incidencia recíproca.
Empoderarse de manera personal se concreta en la individuación, es decir, en la transformación personal en un ser individual: único e independiente, con personalidad y concepciones propias, con capacidad de decidir y de actuar por cuenta propia, con movilidad y autodeterminación. La autoestima, la seguridad y la confianza se incrementan al empoderarse.
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